Los monstruos de concreto se levantan en el paisaje de las grandes ciudades, con fuerte presencia en América, Reino Unido y lo que antes fue conocido como la Unión Soviética, su estilo da la impresión de estar delante de una época apocalíptica y a pesar de que muchos están marcados con graffiti y dejados en el olvido, no dejan de ser un legado para la arquitectura.
La historia da comienzo con Le Corbusier y nace, prácticamente, sin querer y por su amor por el concreto. El primer edificio que el maestro diseñó después de la Segunda Guerra Mundial fue un conjunto de departamentos realizados con hormigón reforzado y cuya estructura fue lo suficientemente grande como para albergar a 1,600 personas pertenecientes a la clase trabajadora. A este complejo se le conoce como La Unité d’Habitation y está ubicado en Marsella, Francia. Pero históricamente, el término brutalismo se le debe al arquitecto sueco Hans Asplund, quien lo utilizó para describir la obra Villa Göth, una casa diseñada por Bengt Edman y Lennart Holm en Upsala, Suecia.
En pocas palabras, el brutalismo es una corriente que surge después de la Segunda Guerra Mundial y su fama se dispara entre 1950 y 1980. El movimiento celebra la arquitectura en crudo, sin adorno y exhibiendo sus elementos básicos, mucho concreto y estructuras al aire para exponer el origen.
Siguiendo la tendencia de “la forma sigue su función”, el brutalismo plasma la uniformidad. Los edificios parecen lo que son, edificios, un grito contra lo ecléctico, el brillo y la frivolidad. Las construcciones brutalistas se forman con elementos modulares repetidos que generan zonas funcionales, el concreto se muestra sin pretensiones.
Al pasar el tiempo, estas edificaciones dejaron ver su mal envejecer y como sacados de una distopía se volvieron el lienzo perfecto para el vandalismo, algunos lo catalogaron como el símbolo del abandono humano. Al nacer de una posguerra dejaba en evidencia la escasez económica y los problemas políticos, una crisis que más pronto que tarde terminó con ellos, olvidados, descuidados y muchos en camino a ser destruidos.
Al llegar a los años 80, el brutalismo se quedó en el pasado, la arquitectura posmoderna se abría camino gracias a los avances tecnológicos y la corriente fue abandonada por completo. O, casi por completo… parece ser que está de regreso, o mejor dicho, quizá nunca se fue. Pero, ¿por qué? ¿Cómo es que un estilo tan criticado y ridiculizado regresa y se vuelve tendencia de la noche a la mañana? ¿Acaso es que extrañamos a aquellos monstruos de concreto difíciles de destruir y casi imposibles de modificar en un mundo tan cambiante? ¿Será eso lo que nos hace volver a lo ya conocido para tener estabilidad en una época en la que se vive tan deprisa?