La arquitectura es más que solo diseño de espacios, ésta puede ser elevada al nivel del arte. Por lo que, ¿qué sucede cuando dos artes se encuentran?
Diseñar para espacios culturales viene con una responsabilidad adicional, los sitios cuya misión es albergar piezas artísticas deben estar a la altura y expresar la misma esencia de los objetos que ahí se resguardan. Para que la experiencia que los visitantes sientan al entrar a un recinto cultural esté perfectamente completa es necesario que vaya más allá de solo la exposición o la presentación, se le debe sumar el espacio en el que se lleva a cabo, envolviendo así a los espectadores en una inmersión artística.
Aunque la misión general de la arquitectura es diseñar un espacio para que cumpla un propósito específico, cuando se trata de arquitectura para espacios culturales también debe tomarse en cuenta el efecto inspirador que este debe tener, para crear el ambiente idóneo que transmita el mensaje de los artistas involucrados.
Pero esta no siempre ha sido la visión detrás de estos espacios, especialmente los museos han pasado por muchas etapas de evolución para llegar a ser obras en sí mismos, como el Solomon R. Guggenheim o el Messner Mountain Museum. Antes su función era la de preservar los artefactos colocados en su interior. Conforme comenzaron a adquirir nuevas funciones, como ser sitios en donde se impartieran cursos y talleres, tener espacios comunitarios y hasta abrir zonas sociales, fue que se comenzó a replantear la visión meramente utilitaria.
De acuerdo con el trabajo de investigación, La Evolución Histórica de la Arquitectura de Museos, de Y.M. Manssour, H.M. El-Daily y N.K. Morsi, la nueva generación de museos nació en el siglo XX al edificar estos sitios en donde cada país pudiera presumir su poderío bélico, por lo que el espacio como tal comenzó a cobrar mayor importancia, además de los objetos que albergaba.
Con el paso del tiempo, los museos se independizaron de los estados y nuevas visiones empezaron a permear sus espacios. En el escrito destacan la visión de Le Corbusier, Ludwig Mies van der Rohe y Frank Lloyd Wright como los pioneros en plasmar una ideología de forma y función en el diseño arquitectónico cultural.
Los líderes de la nueva escuela estaban buscando aquello que hiciera de su trabajo un hito en la historia de la arquitectura, por lo que empezaron con los edificios de los museos a partir de su rol educacional y cultural.
Más adelante, con la necesidad de los museos de financiarse de manera independiente (debido a la disminución de las donaciones públicas), estos espacios empezaron a ampliar su oferta más allá de la exhibición artística. Tiendas, cafeterías y restaurantes se incorporaron a los espacios para atraer más visitantes y, por supuesto, mayores ingresos. El siguiente paso, y con la entrada de nuevas tecnologías para jugar en el diseño arquitectónico, fue convertir los recintos en una atracción por sí sola, lo cual ha resultado eficiente para capturar la atención de locales y turistas. Figuras como Frank Gehry, Zaha Hadid, Daniel Libeskind y Jean Nouvel son algunos de los genios que han elevado los estándares de la arquitectura para la cultura, creando espacios que no son sólo prácticos y útiles para conservar y exhibir las piezas resguardadas, sino también para impactar como una pieza íntegra de arte.
No obstante, este tipo de arquitectura ha recibido tanto elogios como críticas, ya que hay quienes consideran que se ha convertido en un espectáculo que opaca las piezas al interior de lo museos y que el objetivo de la arquitectura para fines culturales no es eclipsar, sino resguardar. Este debate es uno que recientemente ha estado creciendo a través de libros y pláticas, en donde se destacan los retos para lograr esta mediación entre las artes.
Por otro lado, hay quienes consideran que es momento de ampliar el concepto de este tipo de arquitectura más allá de los museos y recintos meramente culturales. Dentro de estas propuestas se encuentra una que habla del diseño arquitectónico como un medio en sí mismo para fomentar la cultura y no solo para ser el sitio en el que se alberga. Bajo esta premisa, se expande más allá de los recintos tradicionalmente artísticos y busca construir espacios de creación cultural. Esta práctica se basa en la filosofía de transformar, reflejar, apoyar y fomentar el contexto cultural, por lo que el proceso para el diseño está cimentado en la colaboración e integración. Para ello se debe tomar en cuenta otros elementos, como la historia del edificio, de sus ocupantes y de las actividades que se realizarían en éste.
La arquitectura para construir cultura retoma elementos de sus antecesores, como espacios de convivencia, de expresión y de educación, pero no con fines de exhibición, sino de apropiación.
Todas las fotos: Shutterstock