La Ciudad de México, un atractivo turístico y hogar de más de 21 millones de habitantes, enorme y eterna, repleta de historia, cultura, gastronomía, ciencia, arte y arquitectura. Un deleite visual que contrasta con el ruido, el caos y el tráfico, la capital mexicana es desesperante y, a su vez, hipnotizante.
Sin un estilo en particular, la metrópoli se inclina a albergar algunas de las corrientes más importantes de la arquitectura y con maestros como Luis Barragán, Mario Pani, Ricardo Legorreta Vilchis, Juan O'Gorman, Tatiana Bilbao y Enrique Norten (por mencionar algunos) posiciona al país como referente arquitectónico.
La escena mexicana siempre ha sido foco de atención, el hogar de numerosas vanguardias. Durante la época de Porfirio Díaz se genera una ventana hacia el primer mundo y lo hermoso se convierte en firmamento para las mentes de la escena, el Palacio de Bellas Artes (declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1987) y el Palacio Postal (Correos) son algunos ejemplos. Construcciones a gran escala que se caracterizan por su belleza y dan la bienvenida al Art Nouveau (1894-1910), que se caracterizó por la creación de objetos que generaban una utilidad práctica y un estímulo estético a los sentidos. Su inspiración surge a partir de los colores de la naturaleza, las curvas, las mujeres y la belleza.
Siempre siguiendo los pasos del Art Nouveau, el Art Decó roza el paisaje urbano y regala construcciones como el Monumento a la Revolución y el Edificio Basurto, esta vanguardia es una crítica contra la austeridad. Prácticamente en la misma época se presenta el funcionalismo, durante la posrevolución, los arquitectos buscaban dejar atrás el porfiriato y sus bellas artes, enfocándose en las necesidades del país y sus soluciones. Un ejemplo: la colonia Nonoalco en Tlatelolco, diseñada por Mario Pani a mediados del siglo XX.
Uno de los edificios más importantes de la modernidad en América Latina es el campus central de la Ciudad Universitaria, UNAM, edificado entre 1949 y 1952. El proyecto fue ejecutado por más de 60 arquitectos, ingenieros y artistas, cuyo resultado fue la creación de un conjunto monumental ejemplar del modernismo del siglo XX, en el que se integra urbanismo, arquitectura, ingeniería, paisajismo y bellas artes, asociando todos estos elementos con referencias a las tradiciones locales, y en particular al pasado prehispánico de México.
El brutalismo mexicano se presenta durante 1960 y 1980, monstruos de concreto se levantan para acabar con las pretensiones. La embajada de Japón en México derrocha Béton Brut, proyecto del ganador del premio Pritzker Kenzo Tange y el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez; otro canon de brutalismo es el Centro Cultural Universitario, diseñado por Orso Núñez Ruiz-Velasco y Arcadio Artis Espriu.
El siglo XXI es una de las épocas donde más obras se han construido, el auge arquitectónico viene acompañado de los avances tecnológicos, los centros comerciales, parques de vivienda y áreas de recreación, siendo el foco de la etapa. Un modelo que destaca es la Biblioteca Vasconcelos, de Alberto Kalach. Las construcciones buscan las sostenibilidad y la mezcla de ella con la tecnología, haciendo que el camino arquitectónico se dirija hacia el concepto futurista sustentable.